Gerardo Hernández Zorroza

Vacunas para peces

Escuchaba esta mañana en radio una entrevista donde se preguntaba al director de zona de una farmacéutica sobre las vacunas que se dan a los peces en las piscifactorías. Se decía que esta vacunación puede hacerse de dos maneras: echando el producto en el agua o inyectando la vacuna con una pistola en el vientre del pez.

Nos hemos olvidado, parece ser, de respetar la sabiduría superior de la naturaleza, interviniendo cada vez más en ella con «productos milagrosos» –algunos de los cuales alteran sus equilibrios– y experimentando peligrosamente con todas las formas de vida.

Es la nueva «Torre de Babel» que estamos construyendo de manera imparable los humanos y su pertinaz estupidez, donde estamos viendo normal saltarse todas las líneas rojas; dónde intervenimos y no respetamos ya ni plantas, ni especies animales, ni tan siquiera a nosotros mismos.

Bueno, no a todos, que el grupo de promotores de estos experimentos se mantiene siempre al margen, pertrechada en sus castillos, esperando –eso piensan– que la granja de humanos tenga el número de elementos adecuado y suficiente para servirles, en una producción reglada y sostenible.

Esto que cuento, parece exagerado, pero les invito a reflexionar sobre ello y a considerar si la inmensa mayoría –«ganado» para estos amos– se lo podemos permitir.

Hay mucha niebla aún, pero muchos ya están despertando del embrujo y comprendiendo el objetivo último del globalismo, que se sirve de la ciencia no para el progreso, sino para sus propios intereses.

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