El BCE advierte del peligro pero deja hacer a la banca

El BCE aprovechó la presentación del informe semestral sobre estabilidad financiera para lanzar una advertencia sobre el futuro de la economía y, por derivación, del sistema bancario europeo. El regulador sugirió que los bancos pueden estar incurriendo en un excesivo optimismo al no valorar en su justa medida las perspectivas económicas de las empresas. Considera que los avales públicos y las moratorias han permitido a las compañías sortear las dificultades actuales y posponer la aparición de pérdidas. Pero advierte que a medio plazo ese quebranto puede manifestarse cuando las ayudas públicas se retiren y la débil coyuntura económica no permita mejorar el desempeño empresarial. Una sutil invitación, que es la forma en que los reguladores en todas partes se dirigen a la poderosa banca, para que evite riesgos y haga provisiones suficientes.

Es posible que ese no sea el único de los temores del regulador, ni siquiera el más importante. El BCE también señalaba en su informe, como de pasada, que las entidades no bancarias, como los fondos de inversión, están asumiendo riesgos por encima de sus posibilidades, lo que puede terminar provocando enormes pérdidas. Es la llamada banca en la sombra, es decir, la que está fuera de la supervisión de los organismos reguladores, y que probablemente mueve más activos que toda la banca bajo control. Es el modo que han encontrado las grandes corporaciones para sus actividades especulativas más arriesgadas, y, en caso de que la crisis estalle, será la principal fuente de pérdidas, tal y como ocurrió en 2008.

El BCE advierte de lo delicada que es la coyuntura y al mismo tiempo uno de sus ejecutivos aboga en una entrevista por levantar el veto al reparto de dividendos, eso sí, dando a entender que en algunos casos sería poco ético que se repartieran dividendos mientras utilizan subsidios públicos. La servidumbre de todos los reguladores hacia las grandes corporaciones bancarias es vergonzosa.

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